Buonarroti, Michelangello, llamado
Miguel Ángel (Capresse 1475- Roma 1564).
“Pintor, escultor, arquitecto y poeta. Estamos
ante el aprendiz de Ghirlandaio y más tarde, según afirma Vasari, en la Libera Scuola degli
Orti Medicei en San Marco, fue encauzado hacia estudios humanistas por Lorenzo
el Magnífico que fue quién lo puso en contacto con los ambientes del
neoplatonismo florentino, una componente esencial de su espiritualidad y
conciencia artística”. (Franco María Ricci 1995: 310)
En 1494 se
mudó a Bolonia y dos años más tarde a Roma, donde creó el Baco de Bargello y La Piedad Vaticana.
De regreso a Florencia en 1501 esculpió El
David para dedicarse, a continuación, sólo a la pintura. En 1508 en Roma
pinta los frescos de la Capilla Sixtina ,
obra que terminó en 1512.
Será en 1516
cuando, de regreso a Florencia, se centra en la arquitectura y renueva las
bases de la construcción de edificios del renacimiento en proyectos como la Nueva Sacristía de San Lorenzo.
En 1534, enfadado con los Médicis, regresa a Roma y en la Capilla Sixtina pinta el Juicio Final, dónde refleja la crisis
espiritual en la que se halla la civilización europea. En las dos décadas
siguientes, además de los frescos de la Cappella Paolina
en el Vaticano y una intensa producción escultórica (Piedad de la Catedral
de Florencia, Piedad Rondanini),
Miguel Ángel vuelve a interesarse por la arquitectura proyectando el urbanismo
de la plaza del Campidoglio y el modelo definitivo de la Basílica de San Pedro.
Es notable su
producción literaria, correspondencia, rimas… en la que deja testimonio de su
integración en la cultura del Renacimiento y en la crisis que envolvió la Europa del siglo XVI.
El espíritu
de Miguel Ángel no sólo está presente en su obra sino que parece deambular por
la capilla “Junto al altar de la Nueva Sacristía encuentro un
cuarto acordonado. Cerca de la entrada un guardia del museo ojea una novela.
Junto a él se encuentra lo que parece un escotillón soldado al piso, con
candado alrededor de su antiguo cierre << ¿Es aquí dónde se
escondió?>>, le pregunto. Miguel Ángel había apoyado al gobierno
Republicano que gobernó Florencia entre 1527 y 1529; cuando los Médici fueron
reestablecidos en 1529 expidieron un edicto para matarlo por su apoyo a los
republicanos. Fue entonces cuando Miguel Ángel se refugió en la Iglesia bajo el auspicio
del prior de San Lorenzo, quien era su amigo. <<Según dicen es ahí donde
se escondió>>, me responde distraído el guarda. <<Por seis
meses>>, añado. <<Según dicen>>. Esboza una sonrisa y dice
<< Seis meses es mucho tiempo en un cuarto tan pequeño. Trabajó mientras
estuvo ahí. Dicen que podía vivir sin comida o agua por largos periodos de
tiempo pero no podía vivir sin un cincel y un martillo, o algún otro
instrumento para dibujar o pintar.” (Lorenzo Carcaterra 2007)
En la Nueva Sacristía el simbolismo
está presente en su más plena significación. Enmarcadas las dos capillas en una
estructura piramidal, cada una de ellas contiene dos figuras alegóricas, tendidas
y de espaldas, los rostros no son retratos porque Miguel Ángel se acerca al
manierismo y por eso están inacabados, también los cuerpos distorsionados se
alejan de los ideales renacentistas.
Los dos
príncipes representan el alma neoplatónica: el “vir activus” y el “vir
contemplativus” y las cuatro estatuas colocadas sobre los sarcófagos: la Aurora y el Crepúsculo
(Lorenzo) y el Día y la Noche
(Giuliano); son imágenes del tiempo, el nacimiento de todo tiempo a partir del
final de otro, refrendado por la distorsión espiral de sus cuerpos. “Recostados sobre la tapa de los
sarcófagos, parecen quebrantarla con su peso, de modo que el alma, finalmente
libre, se vuelve a la contemplación eterna de la idea de la Vida , simbolizada por la Virgen y el Niño. Hacia la Virgen se vuelven ambos
Duques y la contemplan. Y justamente, en estas figuras, colocadas en un
equilibrio inestable sobre las tapas curvas de los sarcófagos, se hace más
insistente lo inacabado; sus basamentos son rudos, como si fueran fragmentos de
naturaleza que las imágenes han traído consigo de su cíclico viaje sobre la Tierra ; pero son rudas
también algunas partes de las figuras (por ejemplo, el rostro del Día), porque
la sustancia del tiempo es ambigua: por un lado domina el destino de los
mortales y por otro a la eternidad misma” (Giulio Carlo Argan 1987:66)
Las tumbas
están adosadas a la pared, ni salen de ella ni la penetran, jugando con los
elementos arquitectónicos, el volumen de los sarcófagos, la luz y las estatuas.
“Las dos estatuas alegóricas se disponen
sobre cada uno de los sarcófagos en una posición imposible desde el punto de
vista naturalista: resbalan sobre la superficie curva, introduciendo un
principio de equilibrio inestable que su ingente masa, desproporcionada
respecto del sarcófago, si atendemos a las normas clásicas, no hace más que
intensificar. De este modo el volumen interrumpe la pureza del juego arquitectónico,
la relación vertical/horizontal/arco en que éste se apoya. Sobre las estatuas,
independiente temática y compositivamente en otro plano, con un espacio
propicio, excesivamente reducido para el tamaño de la escultura, la estatua
sedente pensativo [sic] Lorenzo, vigilante Juliano [sic]. Quizá la obra hubiese
cambiado profundamente de haber introducido Miguel Ángel las estatuas
alegóricas destinadas a las hornacinas, hoy vacías, que flanquean a Lorenzo y
Juliano [sic], y las que estaban proyectadas para el suelo, delante de los
sarcófagos (...) A no dudarlo su grandeza hubiera sido distinta más terrible y
extrema” (V. Bozal 1992: 174-175)
La belleza
está representada en estos grupos escultóricos en todo su esplendor y el
Humanismo, como hemos indicado, es su guía. “Los hay que destacan por encima de los demás y se les tiene en mayor
estima. Son los que disfrutan con la contemplación y goce de las cosas bellas” (Angelo
Poliziano 1492). El Humanismo justifica y da sentido a este movimiento
artístico “El Renacimiento no es una
idea, una teoría, una ideología o una corriente histórica o cultural. El
Renacimiento son sus hombres: Leonardo, Ficino, Miguel Ángel” (Pedro R.
Santidrian 1986:117). Estos hombres, artistas geniales e imperecederos son
analizados desde el punto de vista antropológico como seres dotados de
facultades esenciales entre las cuales se valora especialmente la creación como
primer fruto de la libertad. ¿Cómo crea el hombre en el arte?, con la
inteligencia y el trabajo que le sirven para llegar a ser lo que quiera, es
decir, culminar su libertad (Agnes
Heller 1980).
El Humanismo
es creación libre, en este caso representada por un hombre admirable: Miguel
Ángel que, a través de estas obras, nos hace sentir la belleza, la fortaleza,
la armonía y la proporción; en resumen, todo aquello que es esencial en el
hombre, aunque eso no significa que el trabajo del artista debe de responder a
la realidad fotográfica de los modelos que, en este caso, está inmortalizando a
través de su creación artística. Es posible que los Médicis fueran idealizados,
así se desprende de este comentario: “A
Giuliano que como ya se ha dicho, tenía un carácter agradable, se le ha
colocado una estatua que representa casi lo contrario; mientras que Lorenzo, el
más vulgar y débil de la familia Médicis, se le ha representado con el famoso
<< penserioso>>, una estatua de tal calidad que un poeta tras otros han escrito líneas inspiradísimas
sobre el carácter de ese hombre, atribuyéndole
cualidades que sólo tiene su estatua. Cuando se le dijo a Miguel Ángel
que las figuras que había esculpido no tenían el menor parecido con los hombres
que representaban, contestó desdeñosamente:<<quién va a saberlo en
tiempos futuros>>. De modo que el famoso <<penserioso>> de
las tumbas de la sacristía nueva, a pesar de que se llame Lorenzo de Médicis,
no es Lorenzo El Magnífico, sino ese tipo disoluto y un tanto hortera, hijo de
Pedro el Gafe, que fue el peor de la familia. Hasta ahí el realismo de Miguel
Ángel” (Luís Racionero 1990:101)
Hasta aquí,
el valor creativo humanista de Michelangello Buonarroti.
BIBLIOGRAFÍA:
ARGAN, Giulio Carlo (1987): Renacimiento
y Barroco, Madrid, Acal, vol. II Pág. 67-68
BOZAL, V. et all. (1992):
“La escultura” Historia del arte,
Barcelona, Carroggio S.A, tomo 2 Pág. 174-175
CARCATERRA, Lorenzo (2007): “Al acecho de Miguel Ángel” National Geographic
HELLER, Agnes (1980): El hombre
del Renacimiento Pág. 432
POLIZIANO, Ángelo (1492): Lamia
RACIONERO, Luís (1990) La Florencia de los Médicis Pág. 101
RICCI, Franco María comp., (1995) La
enciclopedia del arte S. XV-XVI, tomo I, Pág. 310
SANTIDRIAN, Pedro R. (1986): Humanismo
y Renacimiento
Recopilación (1985): Enciclopedia
Universal Ilustrada, Espasa Calpe, tomo XXIV, 104
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