Comentario primer capítulo:
“El taller de la filosofía”
A la hora de elaborar este comentario me siento, como apunta el Profesor Nubiola en su libro, como los que inician los estudios de doctorado, tomando por primera vez para intervenir en una conversación “con disimulo, como pidiendo perdón”.
Cuando un historiador se acerca a la filosofía lo hace con respeto, casi con temor reverente y por eso al oír que el trabajo intelectual tiene una dimensión manual y que existe una afinidad entre la creación artística y la creatividad filosófica, me crea una cierta esperanza, porque como ser humano necesito comprenderme a mi mismo y a lo que me rodea y para ello puedo contar con un instrumento poco conocido para mi: la filosofía.
En este primer acercamiento a “El taller de la filosofía”, entendido como un telar con una trama (la vida), una urdimbre (la comprensión) y una lanzadera mediante el que teje la traza el dibujo (la expresión); el profesor Nubiola, nos muestra algunos rasgos esenciales de la vida intelectual, en su dimensión más personal. Esa vida intelectual posee una serie de virtudes: la humildad, la capacidad de atención, el cultivo de la imaginación y el hábito de planificar.
En cualquier disciplina que desarrollemos, efectivamente, tenemos la necesidad de abrirnos a la vida intelectual y aprender a mirar con el ojo de la mente, porque los ojos, por sí mismos, no pueden llegar a ver una serie de factores externos que influyen en el desarrollo del pensamiento, el razonamiento y la vida intelectual. Es evidente que estamos ante un trabajo desarrollado, fundamentalmente, con nosotros mismos que nos conducirá a una liberación y que, más tarde, se completará observando lo que hacen nuestros maestros.
En alusión a Spinoza y a la afirmación de que el conocimiento transforma las pasiones en afectos, puede encontrarse la clave que nos permite desarrollar la capacidad de escuchar de comprender las razones de los demás, considero que, efectivamente, el conocimiento atempera al individuo y desarrolla un grado de generosidad hacia los demás, es una forma de conocer las limitaciones personales y convivir con las ajenas.
Interesante la referencia a Javier del Valle y a Ortega y Gasset en la que se afirma que el pensamiento es un ensayo de dominio sobre la vida y que ese dominio es una forma de señorío y totalmente de acuerdo en que no podemos estar hablando de un dominio machista, atrapado en los estereotipos, sino de un dominio diferente en cada persona, independientemente de su sexo y no por su sexo.
Fundamental la alusión a la verdad, porque debemos de vivir de acuerdo con ella, pero sin olvidar el amor, cuya presencia es tan importante como la de la ciencia. Verdad, amor y ciencia, elementos imprescindibles para aunar pensamiento y vida. Y aquí aparece la escritura de quién se dedica a la filosofía como una herramienta que le permite articular el pensamiento y la vida y que los canaliza a través del dominio de la propia lengua y de la expresión. Muy interesante la pregunta de si buscamos el “saber” o la “verdad”, asociadas a lo subjetivo y a lo empíricamente verificable; aunque la filosofía no se interesa por la rigidez, sino por el rigor de la precisión y de la propiedad. Nadie nos debemos considerar dueños de la verdad, pero nos debemos sentir atraídos por ella. Considero que una prueba de inteligencia y humildad es reconocer que aspirar a la verdad es de una arrogancia excesiva, cuando, electivamente, no conocemos la verdad ni sobre nosotros mismos y esa debería ser nuestra primera meta, trabajo personal desarrollado con la humildad de quien reconoce sus carencias.
Todo gira entorno a uno mismo, como paso imprescindible para llegar al conocimiento de todo lo demás y a la comprensión de los maestros. El trabajo con nosotros mismos será el más arduo, porque es muy difícil buscar el equilibrio entre la timidez reflexiva y la audacia insensata y el orgullo insensato que no hay que desmontar, en mi opinión, en su totalidad como afirma Wittgenstein. Si queremos ser artesanos en ese taller, nuestro primer objetivo será confiar en nosotros mismos, conocernos, tener imaginación planificada, ser humildad, buscar la verdad, leer para buscar información, sin excederse, porque puede acabar matando nuestra creatividad. Demasiadas tareas si no somos capaces de planificarlas y aquí el profesor Nubiola nos recomienda empezar, siempre, por la más reciente.
Ha resultado interesante conocer cuál es el horizonte de la vida intelectual. De quién escribe y leemos, nosotros aprendemos a escribir, pero eso ya será objeto del próximo comentario.
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