“He luchado contra la dominación
de los blancos, he luchado contra la dominación de los negros. He deseado una
democracia ideal y una sociedad libre en la que todas las personas vivan en
armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y
lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto
a morir”
Estas palabras las hemos escuchado en “Invictus”, pero mucho antes las
dijo Nelson Mandela en el juicio de Rivonia en junio de 1964, justo antes de
ser condenado por traición a cadena perpetua.
A la hora de presentarlo la mejor forma de adentrarse en la vida de quien
empezó siendo un abogado de éxito, pero con “carnet de paso” y en su legado
político y humano; es a través de sus palabras en el discurso de toma de
posesión, palabras que nos van a servir de hilo conductor de la historia de
este líder que nació en 1918 y que ha impresionado al mundo entero con su
capacidad para perdonar el pasado y buscar objetivos comunes, a través de la
negociación. No importan tanto los datos objetivos de identidad, como su trayectoria
vital.
“Contribuyendo a la libertad de un
recién nacido”.
Cuando Nelson Mandela inició su
vida política nada hacía pensar que la entonces Unión Sudafricana, con su
historial de enfrentamientos racistas, pudiera llegar a transformarse en un
recién nacido libre.
Ya en 1945 comenzaron las primeras reyertas entre hindúes y zulúes, en
1947 gana las elecciones el Partido Nacionalista y en 1948 el Apartheid toma
forma jurídica para establecer, dos años más tarde, zonas segregadas. La Unión del Partido
Nacionalista con el Partido Afrikáner, constituyendo el Partido Nacional, se encargó de ahondar las diferencias
entre blancos y negros.
“Nuestro país ha vivido un
conflicto terrible, en el que nos hemos visto despreciados, proscritos y
aislados por los pueblos del mundo, precisamente porque nos hemos convertido en
el ejemplo universal de una ideología perniciosa, con la práctica del racismo y
la opresión racial”.
Mandela sabía a que se refería en su discurso. Cuando tenía 34 años fue
el líder de la Campaña
del Desafío y en 1955, dos años más tarde, el Congreso Nacional Africano (ANC)
decide iniciar la desobediencia civil junto con marchas de protesta.
Mientras los movimientos políticos
dirigidos por líderes negros, entre ellos Madiva, prosiguen con su lucha frente
al Apartheid que, por supuesto, todavía no era ni contra la discriminación ni a
favor de la libertad, impensable todavía; los políticos que dirigían la Unión Sudafricana se planteaban
liberarse del poder de la Corona Británica.
Objetivos bien diferentes para los habitantes de un mismo país.
En 1960 se decide convertir la Unión Sudafricana en República,
todo ello en medio de la lucha contra la minoría blanca, que sólo pretende
mantener sus privilegios políticos, sociales y económicos.
“Agradecemos a todos nuestros
distinguidos huéspedes internacionales que hayan venido a la toma de posesión
con el pueblo de nuestro país en lo que es, después de todo, una victoria común
de la justicia, de la paz y de la dignidad humana”.
Los años 60 fue una década de “lucha del pueblo sudafricano” en la que la
población negra siguió con sus estallidos de protesta pero, por primera vez, algunos
sectores minoritarios blancos deseaban que se estableciera un orden más justo.
Vemos corroborada esta situación con las palabras de Mandela en su discurso, “una victoria común", no una
victoria de nadie, contra nadie.
Las leyes seguían estableciendo diferencias que afianzaban los
privilegios de los blancos en el campo económico, educativo, social y laboral.
Los sindicatos veían como se restringía su posibilidad de defensa del trabajo
para los negros y para los asiáticos. Como ya hemos indicado anteriormente, el
pensamiento político menos racista, se agrupaba en el Partido Progresista que pretendía “el acercamiento de las razas, que ahora
conviven separadas” y contra el que el segregacionista Partido Nacional
consiguió un triunfo en las elecciones.
“Todo esto se lo debemos tanto a
nosotros mismos, como a los pueblos del mundo que están también representados
hoy aquí”.
Mandela sabe que no sólo es necesaria la lucha del oprimido y de las minorías cuando se quiere conseguir un
objetivo político, también es importante que el resto del mundo conozca la
situación y, de alguna forma, se implique en ella.
Esa oposición se escenificó en los años 60 con el boicot por parte del Congreso
Nacional Africano a algunas industrias controladas por segregacionistas.
Todavía Nelson Mandela no estaba en la primera línea de lucha por la libertad,
eran otros los que llevaban el estandarte: Albert J. Luthuly, Tambo…
Las protestas, los muertos, la represión política y policial hacen que el
30 de mayo de 1960 se decrete el estado de emergencia y se declaran ilegales
los dos partidos líderes del enfrentamiento por parte de las mayorías negras:
el Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricanista.
La presión del exterior, los comentarios de la prensa de la oposición, los manifiestos de
personajes socialmente reconocidos africanos y la mediación de la jerarquía
eclesiástica, suavizaron las medidas del Apartheid y de la represión; pero sólo
era un maquillaje, nada que tuviera un trasfondo decisivo, aunque sí el inicio
de una etapa más definitiva.
“De la experiencia de un desastre
humano que duró demasiado tiempo, es necesario que nazca una sociedad de la
cual toda la humanidad se sentiría orgullosa”.
Duró demasiado tiempo… ya hacía muchos años que las mayorías negras
intentaban romper con el férreo control político y económico de la minoría blanca, pero sería
el año 1963 el punto de inflexión, en el que Nelson Mandela cobra un papel
protagonista.
Detenciones, torturas, linchamientos en ambos bandos y en julio de 1963
es detenido Nelson Mandela junto con 17 personas más, cuando celebraban una
reunión en Johannesburgo. Al año siguiente, juzgaron en Rivonia al hombre que
antes de oír su sentencia sabía que estaba condenado pero, a pesar de todo,
mantenía su espíritu dialogante como queda relejado en las palabras que
pronunció durante su proceso y que hemos recogido en el inicio de este trabajo.
Condenado a cadena perpetua, el mundo político internacional despierta.
Se inician debates en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la Cámara de los Comunes, se
materializa un boicot afroasiático a Sudáfrica, pero la represión continúa en
el país y Mandela y sus compañeros siguen en la cárcel.
“Nuestro trabajo cotidiano como
sudafricanos comunes debe reflejar una realidad actualizada de África del Sur
que reforzará la creencia de la
humanidad en la justicia, fortalecerá su confianza en la nobleza del alma
humana y sustentará todas nuestras esperanzas en una vida gloriosa para todos”.
Nelson Mandela sigue confinado en
prisión cuando se comienzan a preparar las elecciones del año 1990, con un
panorama político en el que el Partido Nacional seguía conservando el liderato, a pesar
de sus luchas internas y el Partido
Democrático, en el que se habían coaligado todos los opositores al Apartheid, una
vez más, no podía conseguir el triunfo electoral aunque, teóricamente,
representan al setenta por ciento de la
población que, como Mandela, era negra y
no podía votar.
Un gesto sorpresa fue la visita del Presidente Botha al preso político más veterano en la cárcel. Un gesto
aclarado inmediatamente por el gobierno
en el sentido de que mientras el CNA no cesara su lucha armada, no habría
para él ninguna posibilidad de
liberación, aunque sí se liberaron otros presos de conciencia. Sería cuestión
de tiempo: el 11 de febrero de 1990 Nelson Mandela recobra su libertad y
participa en la
Declaración de Harare donde se empieza a hablar de un
gobierno de transición con participación de los partidos negroafricanos, voto
universal, una Carta Magna respetuosa con las minorías y con las mayorías.
“Agradecemos profundamente el
papel que nuestro pueblo, los grupos políticos democráticos, religiosos,
mujeres, jóvenes, empresarios, líderes tradicionales y todos aquellos que han
jugado un papel importante para conseguir este resultado. No menos importante,
entre todos ellos, mi vicepresidente segundo, el honorable F.W. Klerk”
Era, una vez más, el espíritu conciliador de Mandela, el enemigo tiene
tratamiento de honorable. Dos mundos enfrentados durante años con Madiva, en un
lado, que necesitaba reafirmar su control sobre la comunidad negra, evitando el
revanchismo, las luchas internas y la decepción al comprobar que las conquistas
políticas no siempre llevan emparejadas las mejoras económicas y, en el otro
extremo, F.W. Klerk, el presidente de un
partido y un gobierno que durante años había implantado y mantenido la represión
y que ahora debería abolirla, preparar el acceso del multipartidismo y , por lo
tanto, destruir el poder de la comunidad blanca cediéndoselo a los negros.
Los dos tuvieron problemas y, curiosamente, Mandela vio como las luchas
tribales, apoyadas por radicales del Partido
Nacional, se incrementaban ya que en estos momentos los 2000 muertos en los
enfrentamientos con los zulúes suponían un gran desgaste, aunque su autoridad
política se vio reforzada el ser nombrado Presidente del Congreso Nacional
Africano
“Nos comprometemos en la
construcción de una paz total, justa y duradera …que se haga justicia para
todos, que haya paz para todos, que haya trabajo, pan, agua y sal para todos.
Que reine la libertad”
Cuando Mandela necesita más que nunca sosiego a su alrededor, para
centrarse en la batalla política, en su entorno se vive un momento personal
complicado cuando su esposa, Winnie, es condenada por un caso de secuestro de
menores ocurrido en 1988.
Su trabajo empieza a ver sus frutos de manera inesperada, en 1992 un referéndum
apoya la política de tímidos cambios iniciada por el poder y es en la Convención para una
Sudáfrica Democrática (CODESA) donde el Gobierno y 18 grupos políticos intentan
acercar posiciones y ,como suele ocurrir en este tipo de acuerdos difíciles ,
los más radicales de los dos bandos
endurecen sus posturas y son asesinados importantes dirigentes blancos y
negros, poniendo en peligro la frágil negociación.
Una vez más el color separa, pero Mandela sigue persiguiendo su sueño en
el que solo hay sudafricanos.
“También queremos rendir homenaje
a nuestra fuerzas de seguridad, de todos los estamentos, por el papel que han
jugado en la seguridad de nuestras primeras elecciones democráticas y en la
transición demócrata de las fuerzas sedientas de sangre que todavía se niegan a
ver la luz. El tiempo para la cicatrización de las heridas ha llegado”
Antes de llegar el cambio definitivo, en 1993 se fija un calendario político y Mandela que, hasta entonces, pedía a las
Naciones Unidas que mantuviera el boicot
al país para presionar a Klerk, decide que es el momento de levantarlo, el final
del largo camino de lucha ha terminado.
Abril de 1994, Nelson Mandela obtiene el
62.65% de los votos, el Partido Nacional el 20.39% y el Partido Liberal
el 10.54%
“Estamos a la vez agradecidos y orgullosos por el honor y privilegio que
el pueblo de Sudáfrica ha depositado en nosotros, soy el primer presidente de
una Sudáfrica unida, democrática y no racial”.
Llegamos al final de una vida dedicada a la lucha en una sociedad
condicionada por medio siglo de odio racial, muerte, falta de libertad… y
compensada por la fe en una Nación Arco Iris, un país con personas, sin
diferencias raciales; vamos a recoger una última valoración sobre el personaje
“En 1985, cuando Nelson Mandela llevaba
23 años en prisión se propuso conquistar a sus enemigos, los más fervientes
defensores del apartheid. Así obtuvo su libertad y consiguió convertirse en
presidente. Pero la inestabilidad de un país dividido por cincuenta años de
odio racial cristalizó en la amenaza de una guerra civil. Mandela comprendió
que tenía que conseguir la unión de blancos y negros de forma espontánea y
emocional, y vio con claridad que el deporte era una estrategia extraordinaria
para lograrlo” (“El factor humano”, John Carlin).
No podemos simplificar toda una vida de sacrificio y lucha por los
derechos de su pueblo con la redención deportiva. Nelson Mandela es un gran
hombre que, no olvidemos, estaba dispuesto a morir por conseguir la liberación
de los sudafricanos, de todos, los blancos desde el punto de vista moral y los
negros desde el reconocimiento de sus derechos fundamentales.
Un líder que, unas semanas antes de cumplir ochenta y seis años, convocó
una rueda de prensa para anunciar su retirada y dijo “Muchas gracias por su atención y muchas gracias por su amabilidad con
un anciano, por permitirle que descanse, aunque muchos de ustedes puedan pensar
que, después de vaguear en una isla y algunos otros lugares durante 27 años, el
descanso realmente no es merecido”.
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