lunes, 3 de marzo de 2014

Trabajo Nelson Mandela

“He luchado contra la dominación de los blancos, he luchado contra la dominación de los negros. He deseado una democracia ideal y una sociedad libre en la que todas las personas vivan en armonía y con iguales oportunidades. Es un ideal con el cual quiero vivir y lograr. Pero si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir”
Estas palabras las hemos escuchado en “Invictus”, pero mucho antes las dijo Nelson Mandela en el juicio de Rivonia en junio de 1964, justo antes de ser condenado por traición a cadena perpetua.
A la hora de presentarlo la mejor forma de adentrarse en la vida de quien empezó siendo un abogado de éxito, pero con “carnet de paso” y en su legado político y humano; es a través de sus palabras en el discurso de toma de posesión, palabras que nos van a servir de hilo conductor de la historia de este líder que nació en 1918 y que ha impresionado al mundo entero con su capacidad para perdonar el pasado y buscar objetivos comunes, a través de la negociación. No importan tanto los datos objetivos de identidad, como su trayectoria vital.
“Contribuyendo a la libertad de un recién nacido”.
 Cuando Nelson Mandela inició su vida política nada hacía pensar que la entonces Unión Sudafricana, con su historial de enfrentamientos racistas, pudiera llegar a transformarse en un recién nacido libre.
Ya en 1945 comenzaron las primeras reyertas entre hindúes y zulúes, en 1947 gana las elecciones el Partido Nacionalista y en 1948 el Apartheid toma forma jurídica para establecer, dos años más tarde, zonas segregadas. La Unión del Partido Nacionalista con el Partido Afrikáner, constituyendo el Partido Nacional,  se encargó de ahondar las diferencias entre  blancos y  negros.
“Nuestro país ha vivido un conflicto terrible, en el que nos hemos visto despreciados, proscritos y aislados por los pueblos del mundo, precisamente porque nos hemos convertido en el ejemplo universal de una ideología perniciosa, con la práctica del racismo y la opresión racial”.
Mandela sabía a que se refería en su discurso. Cuando tenía 34 años fue el líder de la Campaña del Desafío y en 1955, dos años más tarde, el Congreso Nacional Africano (ANC) decide iniciar la desobediencia civil junto con marchas de protesta.
Mientras los movimientos  políticos dirigidos por líderes negros, entre ellos Madiva, prosiguen con su lucha frente al Apartheid que, por supuesto, todavía no era ni contra la discriminación ni a favor de la libertad, impensable todavía; los políticos que dirigían la Unión Sudafricana se planteaban liberarse del poder de la Corona Británica. Objetivos bien diferentes para los habitantes de un mismo país.
En 1960 se decide convertir la Unión Sudafricana en República, todo ello en medio de la lucha contra la minoría blanca, que sólo pretende mantener sus privilegios políticos, sociales y económicos.
Agradecemos a todos nuestros distinguidos huéspedes internacionales que hayan venido a la toma de posesión con el pueblo de nuestro país en lo que es, después de todo, una victoria común de la justicia, de la paz y de la dignidad humana”.
Los años 60 fue una década de “lucha del pueblo sudafricano” en la que la población negra siguió con sus estallidos de protesta pero, por primera vez, algunos sectores minoritarios blancos deseaban que se estableciera un orden más justo. Vemos corroborada esta situación con las palabras de Mandela en su discurso, “una victoria común", no una victoria de nadie, contra nadie.
Las leyes seguían estableciendo diferencias que afianzaban los privilegios de los blancos en el campo económico, educativo, social y laboral. Los sindicatos veían como se restringía su posibilidad de defensa del trabajo para los negros y para los asiáticos. Como ya hemos indicado anteriormente, el pensamiento político menos racista, se agrupaba en el Partido Progresista que pretendía “el acercamiento de las razas, que ahora conviven separadas” y contra el que el segregacionista Partido Nacional consiguió un triunfo en las elecciones.
Todo esto se lo debemos tanto a nosotros mismos, como a los pueblos del mundo que están también representados hoy aquí”.
Mandela sabe que no sólo es necesaria la lucha del oprimido y  de las minorías cuando se quiere conseguir un objetivo político, también es importante que el resto del mundo conozca la situación y, de alguna forma, se implique en ella.
Esa oposición se escenificó en los años 60 con el boicot por parte del Congreso Nacional Africano a algunas industrias controladas por segregacionistas. Todavía Nelson Mandela no estaba en la primera línea de lucha por la libertad, eran otros los que llevaban el estandarte: Albert J. Luthuly, Tambo…
Las protestas, los muertos, la represión política y policial hacen que el 30 de mayo de 1960 se decrete el estado de emergencia y se declaran ilegales los dos partidos líderes del enfrentamiento por parte de las mayorías negras: el Congreso Nacional Africano y el Congreso Panafricanista.
La presión del exterior, los comentarios de la prensa  de la oposición, los manifiestos de personajes socialmente reconocidos africanos y la mediación de la jerarquía eclesiástica, suavizaron las medidas del Apartheid y de la represión; pero sólo era un maquillaje, nada que tuviera un trasfondo decisivo, aunque sí el inicio de una etapa más definitiva.
“De la experiencia de un desastre humano que duró demasiado tiempo, es necesario que nazca una sociedad de la cual toda la humanidad se sentiría orgullosa”.
Duró demasiado tiempo… ya hacía muchos años que las mayorías negras intentaban romper con el férreo control político  y económico de la minoría blanca, pero sería el año 1963 el punto de inflexión, en el que Nelson Mandela cobra un papel protagonista.
Detenciones, torturas, linchamientos en ambos bandos y en julio de 1963 es detenido Nelson Mandela junto con 17 personas más, cuando celebraban una reunión en Johannesburgo. Al año siguiente, juzgaron en Rivonia al hombre que antes de oír su sentencia sabía que estaba condenado pero, a pesar de todo, mantenía su espíritu dialogante como queda relejado en las palabras que pronunció durante su proceso y que hemos recogido en el inicio de este trabajo.
Condenado a cadena perpetua, el mundo político internacional despierta. Se inician debates en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la Cámara de los Comunes, se materializa un boicot afroasiático a Sudáfrica, pero la represión continúa en el país y Mandela y sus compañeros siguen en la cárcel.
“Nuestro trabajo cotidiano como sudafricanos comunes debe reflejar una realidad actualizada de África del Sur que reforzará la creencia  de la humanidad en la justicia, fortalecerá su confianza en la nobleza del alma humana y sustentará todas nuestras esperanzas en una vida gloriosa para todos”.
          Nelson Mandela sigue confinado en prisión cuando se comienzan a preparar las elecciones del año 1990, con un panorama político en el que el Partido Nacional  seguía conservando el liderato, a pesar de  sus luchas internas y el Partido Democrático, en el que se habían coaligado todos los opositores al Apartheid, una vez más, no podía conseguir el triunfo electoral aunque, teóricamente, representan  al setenta por ciento de la población que, como Mandela, era  negra y no podía votar.
Un gesto sorpresa fue la visita del Presidente Botha al preso  político más veterano en la cárcel. Un gesto aclarado inmediatamente por el gobierno  en el sentido de que mientras el CNA no cesara su lucha armada, no habría para él ninguna  posibilidad de liberación, aunque sí se liberaron otros presos de conciencia. Sería cuestión de tiempo: el 11 de febrero de 1990 Nelson Mandela recobra su libertad y participa en la Declaración de Harare donde se empieza a hablar de un gobierno de transición con participación de los partidos negroafricanos, voto universal, una Carta Magna respetuosa con las minorías y con las mayorías.
“Agradecemos profundamente el papel que nuestro pueblo, los grupos políticos democráticos, religiosos, mujeres, jóvenes, empresarios, líderes tradicionales y todos aquellos que han jugado un papel importante para conseguir este resultado. No menos importante, entre todos ellos, mi vicepresidente segundo, el honorable F.W. Klerk”
Era, una vez más, el espíritu conciliador de Mandela, el enemigo tiene tratamiento de honorable. Dos mundos  enfrentados durante años con Madiva, en un lado, que necesitaba reafirmar su control sobre la comunidad negra, evitando el revanchismo, las luchas internas y la decepción al comprobar que las conquistas políticas no siempre llevan emparejadas las mejoras económicas y, en el otro extremo,  F.W. Klerk, el presidente de un partido y un gobierno que durante años había implantado y mantenido la represión y que ahora debería abolirla, preparar el acceso del multipartidismo y , por lo tanto, destruir el poder de la comunidad blanca  cediéndoselo a los negros.
Los dos tuvieron problemas y, curiosamente, Mandela vio como las luchas tribales, apoyadas por  radicales del Partido Nacional, se incrementaban ya que en estos momentos los 2000 muertos en los enfrentamientos con los zulúes suponían un gran desgaste, aunque su autoridad política se vio reforzada el ser nombrado Presidente del Congreso Nacional Africano
“Nos comprometemos en la construcción de una paz total, justa y duradera …que se haga justicia para todos, que haya paz para todos, que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. Que reine la libertad”
Cuando Mandela necesita más que nunca sosiego a su alrededor, para centrarse en la batalla política, en su entorno se vive un momento personal complicado cuando su esposa, Winnie, es condenada por un caso de secuestro de menores ocurrido en 1988.
Su trabajo empieza a ver sus frutos de manera inesperada, en 1992 un referéndum apoya la política de tímidos cambios iniciada por el poder y es en la Convención para una Sudáfrica Democrática (CODESA) donde el Gobierno y 18 grupos políticos intentan acercar posiciones y ,como suele ocurrir en este tipo de acuerdos difíciles , los  más radicales de los dos bandos endurecen sus posturas y son asesinados importantes dirigentes blancos y negros, poniendo en peligro la frágil negociación.
Una vez más el color separa, pero Mandela sigue persiguiendo su sueño en el que solo hay sudafricanos.
“También queremos rendir homenaje a nuestra fuerzas de seguridad, de todos los estamentos, por el papel que han jugado en la seguridad de nuestras primeras elecciones democráticas y en la transición demócrata de las fuerzas sedientas de sangre que todavía se niegan a ver la luz. El tiempo para la cicatrización de las heridas ha llegado”
Antes de llegar el cambio definitivo, en 1993 se  fija un calendario político y  Mandela que, hasta entonces, pedía a las Naciones Unidas que  mantuviera el boicot al país para presionar a Klerk, decide que es el momento de levantarlo, el final del largo camino de lucha  ha terminado.
Abril de 1994, Nelson Mandela obtiene el  62.65% de los votos, el Partido Nacional el 20.39% y el Partido Liberal el 10.54%
 “Estamos a la vez agradecidos y orgullosos por el honor y privilegio que el pueblo de Sudáfrica ha depositado en nosotros, soy el primer presidente de una Sudáfrica unida, democrática y no racial”.
Llegamos al final de una vida dedicada a la lucha en una sociedad condicionada por medio siglo de odio racial, muerte, falta de libertad… y compensada por la fe en una Nación Arco Iris, un país con personas, sin diferencias raciales; vamos a recoger una última valoración sobre el personaje “En 1985, cuando Nelson Mandela llevaba 23 años en prisión se propuso conquistar a sus enemigos, los más fervientes defensores del apartheid. Así obtuvo su libertad y consiguió convertirse en presidente. Pero la inestabilidad de un país dividido por cincuenta años de odio racial cristalizó en la amenaza de una guerra civil. Mandela comprendió que tenía que conseguir la unión de blancos y negros de forma espontánea y emocional, y vio con claridad que el deporte era una estrategia extraordinaria para lograrlo” (“El factor humano”, John Carlin).
No podemos simplificar toda una vida de sacrificio y lucha por los derechos de su pueblo con la redención deportiva. Nelson Mandela es un gran hombre que, no olvidemos, estaba dispuesto a morir por conseguir la liberación de los sudafricanos, de todos, los blancos desde el punto de vista moral y los negros desde el reconocimiento de sus derechos fundamentales.

Un líder que, unas semanas antes de cumplir ochenta y seis años, convocó una rueda de prensa para anunciar su retirada y dijo “Muchas gracias por su atención y muchas gracias por su amabilidad con un anciano, por permitirle que descanse, aunque muchos de ustedes puedan pensar que, después de vaguear en una isla y algunos otros lugares durante 27 años, el descanso realmente no es merecido”.

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