martes, 4 de marzo de 2014

Comentario segundo capítulo

Segundo capítulo

Escribir, difícil oficio para quien no está acostumbrado a sentarse delante de un folio en blanco o, como recomienda el profesor Nubiola, ante la pantalla de un ordenador.
Si nuestro objetivo es la búsqueda de la verdad y esta es “esencialmente comunicativa” será necesario hacer un esfuerzo personal y admitir que la escritura es “la expresión más genuina de la vida intelectual”. No es un ejercicio de voluntarismo nuestro nuevo oficio de escritor, es una práctica sistemática en la que debemos seguir unas pautas: “escribir la verdad, buscar con afán de claridad y escribir despacio”. Es un inicio para, más tarde, intentar practicar el “arte de escribir”.
Es evidente que no debemos sentirnos solos en el inicio de esta nueva tarea y la mejor ayuda a la que debemos acudir es a la de los otros: escritores, pensadores y filósofos que en un momento determinado escribieron o dijeron algo que nos llamó la atención y que, por supuesto, lo anotamos y en este momento será una fuente primordial de la que nos acordaremos, porque la leíamos y analizamos ante el impacto que nos causó. Comparto la afirmación que dijo el profesor Nubiola a Claudia Castilla Baiget (20/05/2012): “No hay escritor sin un buen lector”.
Difiero en el procedimiento de almacenar tan valiosa documentación y me inclino, en este caso, por el ordenador tal y como defendía el profesor Nubiola en el cuestionario respondido a Juan Moreno (16/03/2007): “La tecnología es utilísima para ahorrarnos el tiempo que requieren las tareas más mecánicas”. Las tareas más mecánicas, será una afirmación que volveré a retomar más tarde.
Necesitamos  que nuestro almacén de los conocimientos esté bien surtido de palabras para jugar con ellas, aceptarlas, sustituirlas, unirlas; en una palabra, servirnos de ellas para hacer frases que nos describan a nosotros mismos, como el comienzo del que será nuestro aprendizaje de escritor.
Estamos ante nuestra biografía, ante nuestro futuro. He oído muchas veces decir a mi familia que ante un problema, una inquietud, a la hora de tomar una decisión; no hay que dedicarse a pensar en ello sin tener un papel delante y un bolígrafo en la mano. El análisis de los hechos, que conformarán nuestro futuro o que han configurado nuestra biografía, necesita visualizarse mediante la escritura, para reconciliarnos con nuestra propia historia y  para invitar a participar, en estos hechos, a otros. La escritura supone para el profesor una “liberación” y sugiere ejercitar la catarsis aristotélica siguiendo un orden cronológico de los acontecimientos. Creo que cuando te falta, por razón de la edad, una amplia cronología, habría que optar por describir la relevancia de los sucesos que conforman tu vida, construyendo una pequeña, pero profunda, historia de cada uno de ellos, independientemente del momento en que sucedieron porque esa es una de las preguntas: ¿cuándo?, a la que nos tendremos que responder junto a otras ¿cómo?, ¿dónde?, ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿con quién?...
Entramos en el tema de la difusión de nuestros escritos. Tengo que puntualizar que he recibido algunos consejos familiares: la información es muy valiosa porque “es poder” y, por lo tanto, hay que dosificarla en consonancia con nuestras necesidades y nuestras expectativas. Hay que medir la publicidad que se da a nosotros mismos, no sólo en internet que señala el profesor Nubiola, creo que no debemos nunca confundir la comunicación reflexionada y selectiva, con la transparencia y difusión sin control dejándola en un medio o en manos de “voceros”.
Respecto de los vehículos que podemos utilizar para hacer llegar nuestros escritos al destinatario que  hayamos elegido reflexivamente: diario, carta, email, etc. Retomo el consejo sobre el uso del ordenador como medio útil para realizar tareas mecánicas, pero, desde mi punto de vista, no para escribir una carta que no sea técnica, comercial o protocolaria. Hay cartas que hay que escribir a mano, porque lo que pensamos y decimos es, exactamente, aquello que queremos reflejar sobre el papel, deseamos materializar nuestra inteligencia y nuestro corazón: la verdad de nuestra historia o sobre nuestro futuro. Si realmente es así ¿qué necesidad tenemos de pensar que vamos a necesitar corregirlos?, estamos planteando de ¿modificar nuestra verdad, nuestra historia?. Si eso ocurre luego transcribiremos nuestra carta en el ordenador, pero habrá dejado de ser nuestra primera verdad.
Hablando de la verdad, el profesor Nubiola nos recuerda que “los filósofos están enamorados de la verdad” y que no pueden “mentir·, ni tan siquiera “decir mentiras piadosas, sin olvidar que “quien guarda silencio, no otorga”, sino que espera el momento oportuno para hablar. ¡Qué pocos filósofos auténticos existen en nuestra sociedad! Tal vez sea porque solo conocemos los “mediáticos” que buscan beneficio en una sociedad en la que la verdad y la transparencia no son cualidades humanas  valoradas por la mayoría de los ciudadanos, por lo que acabamos practicándolas en el ámbito privado, en vez de universalizarlas. Estamos ante un hecho real y con unas consecuencias nefastas: una sociedad en la que no se dice la verdad, sino las verdades que los demás quieren oír y eso, muchas veces, con la colaboración de falsos pensadores y escritores oportunistas.
En este contexto, ¿cómo nos podemos atrever a asumir sin condicionantes la afirmación del profesor Nubiola “así como todo lenguaje es público, todo pensamiento es también público. No hay pensamientos privados”? Lo acepto sólo en el caso de que el destinatario de los escritos que recojan mis pensamientos, sea designado por mí, porque no soy capaz de mantener un nivel de abstracción y generalidad que me permita no tener ningún tema tabú, ni aun siguiendo los sabios consejos de quienes lo han conseguido.

Estoy aprendiendo a escribir la verdad y en “El taller de la filosofía” se asoma un nuevo capítulo: la escritura profesional de la filosofía. En el inicio de mi aprendizaje un gran salto, espero que no al vacío

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