Segundo capítulo
Escribir, difícil oficio para
quien no está acostumbrado a sentarse delante de un folio en blanco o, como
recomienda el profesor Nubiola, ante la pantalla de un ordenador.
Si nuestro objetivo es la
búsqueda de la verdad y esta es “esencialmente comunicativa” será necesario
hacer un esfuerzo personal y admitir que la escritura es “la expresión más
genuina de la vida intelectual”. No es un ejercicio de voluntarismo nuestro
nuevo oficio de escritor, es una práctica sistemática en la que debemos seguir
unas pautas: “escribir la verdad, buscar con afán de claridad y escribir
despacio”. Es un inicio para, más tarde, intentar practicar el “arte de
escribir”.
Es evidente que no debemos
sentirnos solos en el inicio de esta nueva tarea y la mejor ayuda a la que
debemos acudir es a la de los otros: escritores, pensadores y filósofos que en
un momento determinado escribieron o dijeron algo que nos llamó la atención y
que, por supuesto, lo anotamos y en este momento será una fuente primordial de la
que nos acordaremos, porque la leíamos y analizamos ante el impacto que nos
causó. Comparto la afirmación que dijo el profesor Nubiola a Claudia Castilla
Baiget (20/05/2012): “No hay escritor sin un buen lector”.
Difiero en el procedimiento de
almacenar tan valiosa documentación y me inclino, en este caso, por el
ordenador tal y como defendía el profesor Nubiola en el cuestionario respondido
a Juan Moreno (16/03/2007): “La tecnología es utilísima para ahorrarnos el
tiempo que requieren las tareas más mecánicas”. Las tareas más mecánicas, será
una afirmación que volveré a retomar más tarde.
Necesitamos que nuestro almacén de los conocimientos esté
bien surtido de palabras para jugar con ellas, aceptarlas, sustituirlas,
unirlas; en una palabra, servirnos de ellas para hacer frases que nos describan
a nosotros mismos, como el comienzo del que será nuestro aprendizaje de
escritor.
Estamos ante nuestra biografía,
ante nuestro futuro. He oído muchas veces decir a mi familia que ante un
problema, una inquietud, a la hora de tomar una decisión; no hay que dedicarse
a pensar en ello sin tener un papel delante y un bolígrafo en la mano. El
análisis de los hechos, que conformarán nuestro futuro o que han configurado
nuestra biografía, necesita visualizarse mediante la escritura, para
reconciliarnos con nuestra propia historia y
para invitar a participar, en estos hechos, a otros. La escritura supone
para el profesor una “liberación” y sugiere ejercitar la catarsis aristotélica siguiendo
un orden cronológico de los acontecimientos. Creo que cuando te falta, por
razón de la edad, una amplia cronología, habría que optar por describir la
relevancia de los sucesos que conforman tu vida, construyendo una pequeña, pero
profunda, historia de cada uno de ellos, independientemente del momento en que
sucedieron porque esa es una de las preguntas: ¿cuándo?, a la que nos tendremos
que responder junto a otras ¿cómo?, ¿dónde?, ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué?,
¿con quién?...
Entramos en el tema de la
difusión de nuestros escritos. Tengo que puntualizar que he recibido algunos
consejos familiares: la información es muy valiosa porque “es poder” y, por lo
tanto, hay que dosificarla en consonancia con nuestras necesidades y nuestras
expectativas. Hay que medir la publicidad que se da a nosotros mismos, no sólo
en internet que señala el profesor Nubiola, creo que no debemos nunca confundir
la comunicación reflexionada y selectiva, con la transparencia y difusión sin
control dejándola en un medio o en manos de “voceros”.
Respecto de los vehículos que
podemos utilizar para hacer llegar nuestros escritos al destinatario que hayamos elegido reflexivamente: diario,
carta, email, etc. Retomo el consejo sobre el uso del ordenador como medio útil
para realizar tareas mecánicas, pero, desde mi punto de vista, no para escribir
una carta que no sea técnica, comercial o protocolaria. Hay cartas que hay que
escribir a mano, porque lo que pensamos y decimos es, exactamente, aquello que
queremos reflejar sobre el papel, deseamos materializar nuestra inteligencia y
nuestro corazón: la verdad de nuestra historia o sobre nuestro futuro. Si
realmente es así ¿qué necesidad tenemos de pensar que vamos a necesitar
corregirlos?, estamos planteando de ¿modificar nuestra verdad, nuestra
historia?. Si eso ocurre luego transcribiremos nuestra carta en el ordenador,
pero habrá dejado de ser nuestra primera verdad.
Hablando de la verdad, el
profesor Nubiola nos recuerda que “los filósofos están enamorados de la verdad”
y que no pueden “mentir·, ni tan siquiera “decir mentiras piadosas, sin olvidar
que “quien guarda silencio, no otorga”, sino que espera el momento oportuno
para hablar. ¡Qué pocos filósofos auténticos existen en nuestra sociedad! Tal
vez sea porque solo conocemos los “mediáticos” que buscan beneficio en una sociedad
en la que la verdad y la transparencia no son cualidades humanas valoradas por la mayoría de los ciudadanos,
por lo que acabamos practicándolas en el ámbito privado, en vez de
universalizarlas. Estamos ante un hecho real y con unas consecuencias nefastas:
una sociedad en la que no se dice la verdad, sino las verdades que los demás
quieren oír y eso, muchas veces, con la colaboración de falsos pensadores y
escritores oportunistas.
En este contexto, ¿cómo nos
podemos atrever a asumir sin condicionantes la afirmación del profesor Nubiola
“así como todo lenguaje es público, todo pensamiento es también público. No hay
pensamientos privados”? Lo acepto sólo en el caso de que el destinatario de los
escritos que recojan mis pensamientos, sea designado por mí, porque no soy
capaz de mantener un nivel de abstracción y generalidad que me permita no tener
ningún tema tabú, ni aun siguiendo los sabios consejos de quienes lo han
conseguido.
Estoy aprendiendo a escribir la
verdad y en “El taller de la filosofía” se asoma un nuevo capítulo: la
escritura profesional de la filosofía. En el inicio de mi aprendizaje un gran
salto, espero que no al vacío
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