martes, 4 de marzo de 2014

Comentario Cuarto Capítulo

Comentario cuarto capítulo

Inicio el último capítulo del libro del Profesor Nubiola sobre las “Prácticas comunicativas y de investigación” con una duda razonable: ¿Cómo, aquí y ahora, se puede necesitar el afecto y la comprensión de quiénes no han nacido y un día pueden llegar a leer nuestros escritos?
Entiendo que la comunicación de la verdad hace que todo se transforme en una realidad inmediata. Es evidente que cuando nosotros comunicamos algo se hace tangible en el papel, deja de pertenecer al mundo de las ideas y baja al ruedo de la sociedad, donde esta sabe, tanto nuestra biografía como de la búsqueda que estamos haciendo de nuestro futuro. Caldera, citado por el profesor, va más allá y asegura que “comunicando en la verdad, cada cual –a la vez-, sale de sí mismo, se entrega a los demás y, en este acto de darse, se encuentra a sí mismo”.
Para encontrarnos a nosotros mismos se deben de dar una serie de condiciones que nos ayudarán a conseguir nuestro objetivo y, entre ellas, hay dos físicas: tiempo y silencio. Es lógica esta afirmación, el silencio nos ayudará a concentrarnos en nosotros mismos, a “oírnos” sin interferencias comunicativas y no podemos analizarnos sin las pausas necesarias, sin las reflexiones contínuas y críticas, en las que el reloj no debe apremiarnos, aunque no podemos escudarnos en él para prolongar nuestro trabajo, en vez de optar por la intensidad del mismo que, no cabe la menor duda, de que acortaría el tiempo. Es una opción el elegir entre los dos.
 El profesor Nubiola nos alerta sobre el peligro de la soledad que “no hace más libre el pensamiento” y nos aconseja “aprender a escuchar… prestando atención a lo que la otra persona nos dice, sin distraernos en la respuesta”. Considero que en el inicio del proceso de búsqueda de la verdad “la soledad no es mala consejera”. Aunque también se puede escuchar lo que nos rodea, pero ahí me pregunto si la respuesta a lo que escuchamos no se produce, la mayor parte de las veces de forma automática. Me explico: yo estoy escuchando a una persona y de forma automática se va construyendo un escenario con lo que está diciendo; los personajes y los objetos que describe se van colocando en el mismo y una vez finalizado su discurso, sin que yo prepare una respuesta, el desenlace ocurre de manera automática  y puede que se materialice a través de mi palabra, pero yo no he buscado una respuesta mientras escuchaba, sino que quién hablaba la ha dado y yo la he materializado.
El profesor Nubiola nos habla de tres coordenadas que nos servirán para educar el carácter, “el corazón”, “la asertividad” y el “amor a la libertad”. Estas tres líneas de actuación nos llevarán a aceptar a los demás tal y como son, a auto disciplinarnos y someter a unas reglas y principios y a aceptar el pluralismo. Considero que para educar mi carácter necesito empezar por mí mismo y aceptar como soy o, tal vez, aceptarme tal y como soy y pensar si quiero seguir siendo así o si debería cambiar; una forma de disciplina que me llevará a someterme a unas reglas determinadas, porque reglas hay muchas y las debo de conocer, pero en libertad optaré por aceptar aquellas que sean más útiles para, necesariamente, educar mi carácter.
En estos momentos no entra, en mis planes profesionales, realizar la tesis doctoral. Leo con atención las consideraciones del profesor Nubiola, a nivel informativo y eso hace que mis reflexiones no nazcan de una implicación personal, sino intelectual. La relación del director de tesis con el doctorando no puede ser de igual a igual, de acuerdo. La verdad y la transparencia son condiciones imprescindibles en la relación profesional: no puede ser de ninguna otra manera. Las relaciones personales entre directores y doctorandos  son: personales y pro lo tanto privadas. El manager o mentor: puede ser un elemento distorsionador en la relación entre el director y el doctorando si se inclina hacia uno de ellos: no es necesario establecer un “tío intelectual”.
Un último apunte a la “Comunidad de investigación y trabajo en equipo”. Cuando leí este epígrafe  me imaginé un estudio científico desarrollado en el CIMA, pero el profesor nos dice que “los pensamientos brotan y se desarrollan en la comunicación con quienes están a nuestro alrededor” y me identifico con su afirmación “el trabajo cooperativo, el trabajo en equipo, es infrecuente en filosofía, quizás porque quienes a ella se dedican buscan a menudo más la originalidad que el común acuerdo y la avenencia”.
“Sólo sé que no sé nada” y por eso me acerco a quienes saben aunque defiendan teorías verdaderas o falsas y eso es una forma  de reconocimiento de la autoridad, porque como apunta el profesor “cuando un texto nos parezca una estupidez hay que pensar que probablemente los ignorantes seamos nosotros”.
¿Qué puede hacer un hombre de letras cuando la ciencia y la técnica es lo imprescindible y al pensamiento y la cultura le aplican un 21% de IVA? Mantener una posición numantina y no renunciar a la búsqueda de la verdad y “no pasar por alto el papel del corazón”.

Este libro ha hecho latir mi corazón con otros corazones, sentir necesidades nuevas y he llegado a la conclusión de que me queda mucha biografía por elaborar para luego plantearme comunicarla. Hoy, mi biografía y mis planteamientos de futuro, no están listos para ser compartidos en círculos que no sean privados: soy un aprendiz en este taller, aunque trabajaré intensamente, porque aspiro a ser un maestro.

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